Distinguidos e Ilustres Amigos (as):
¡Hola¡ Espero que al momento de recibir este e-mail se encuentren bien de salud y en unión de sus seres queridos ¿Qué han hecho? Yo aquí, reflexionando ahora que tengo un poco de tiempo, sobre la vida y sus estrellas. O sea, sobre nosotros mismos.
Les confieso que he estado revisando mi posición ante la frivolidad y los frívolos. Ligero, veleidoso, insustancial son los sinónimos que surgen de inmediato al examinar dicho término. En otras palabras, el frívolo rehuye el tratamiento profundo y serio de los temas, y prefiere la liviana aproximación en tono menor. ¿Está mal que así ocurra?.
La pregunta es pertinente, pues me parece que en las complejas sociedades actuales es a veces preferible la levedad en el actuar a la práctica de medidas que obedecen a profundos estudios. Y eso sucede casi en todas partes. Incluso, se han descrito casos en los que ciertos personajes llegan al poder ya ancianos, cuando ya poco ambicionan, y acuñan una fórmula que, bajo diversos enunciados apunta a que no hay que desvelarse por los problemas, pues estos tienen cierta tendencia a resolverse por sí solos, y pareciera que cuando se los intenta resolver con cuidadosos análisis previos, lo que resulta es una sensible agravación de aquellos.
Es lo que supongo ha ocurrido en muchos de nuestros países, donde la suma de opiniones sesudas y de reforma a la institucionalidad ha llevado a considerables descalabros económicos, a más hambre, miseria y corrupción y a la desconfianza en quienes llevan el timón. Por ello no sorprenden las marchas y contramarchas como corolarios de la confusión reinante.
Es ahí, en ese último escenario, donde por razones misteriosas, de esas que la razón desconoce, que surge ante el electorado nuestro casi siempre sonriente hombre elemental, el personaje frívolo que rehuye los problemas, les disminuye su magnitud y los toma en sus manos, luego los expone a los rayos del sol y les da vueltecitas para que todos vean que son así de chiquititos y manejables. Entonces sonríe y dice un par de chistes simpaticos, de manera que sus auditores quedan convencidos de que, en verdad, aquellos carecen de importancia.
Y como ser frívolo no es sinónimo de ser necio, ocurre que el sujeto insustancial, cuando esta en posiciones importantes, con enorme facilidad y maniobrando con singular destreza muy sonriente en la oscuridad a medio metro del acantilado, traspasa la dificultad a quién está realmente capacitado para enfrentarla y resolverla.
O sea, el otro personaje con el cual no simpatizamos, el que vive en un mundo lleno de indicadores, observando a cada instante en el espacio que lo rodea, curvas tridimensionales de oferta y demanda.
Entonces, queridos hermanos, temamos, pues, al hombre serio que no sabe sonreir y que con su ceño fruncido y aún con lentes oscuros sobre sus ojos, es capaz de distinguir a un mono en la oscuridad e incluso detectarle un lado oscuro al arcoiris, haciendonos pensar en lo peor; y no al sujeto de reconocida levedad quién con toda conciencia, voluntad y ciencia evitará resolver los problemas.
Bueno, saludos a todos. Seguiremos en contacto, aunque por el momento sólo a través de está dirección.
Octavio Torres